Casi
quinientos años después, en el tercer milenio de nuestra era, los peruanos
habíamos de recordar aquella fecha remota del encuentro de las dos grandes
culturas que marcaron nuestro génesis.
El
Tawantinsuyo era entonces una gigantesca aldea que llegaba desde Colombia a
Chile, a lo largo, y del Océano Pacífico hasta los Andes bolivianos,a lo
ancho.La historia era una leyenda renovable a través de los años, donde cada
Inca herdaba la victoria de sus antepasados; además, una organización política
y religiosa, cuyas razones estaban arraigadas en lo más profundo de la tierra y
legítimada desde la lejanía delos astros, controlaba el orden social.
La
leyenda era tan antigua que el mundo parecía reciente, los trabajos se hacían
cantando, la historia se iba renovando, la arquitectura había alcanzado niveles
artístico, el oro adornaba a la nobleza y hermosos tejidos cubrían sus cuerpos.
Tan grande era el Impero que cuando los españoles llegaron al Tawantinsuyo,
apeándose de sus caballos dijeron: "Este es el gran descubrimiento de
nuestros tiempos".
Hoy
nosotros reconocemos el fruto de esa mezcla de dos culturas la española y la
indígena y, por ello, es que hemos retrocedido en el tiempo para vivir juntos
la gran cultura incaica, aquella que primó en este territorio hace cientos de
años.
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