EN EL IMPERIO TAMBIÉN EXISTIERON
OTRAS DIVINIDADES
MENORES Y QUE
HOY CONOCERÁS...
Como la MAMACOCHA, considerada como la diosa de las aguas,
del mar, de los lagos y de los ríos; MAMAPACHA, considerada como la madre
tierra y a la vez fuente de vida, etc., también rendían culto a los muertos.
Habían otras divinidades representadas astronómicamente en el cielo, como por
ejemplo la Luna (QUILLA), considerada como esposa y hermana del Sol; las
estrellas ( COYLLUR), el trueno (ILLAPA), la Cruz del Sur (CHACANA), etc.
EL WILLACUMO Y LOS
SACERDOTES
El culto de los diferentes dioses
estaba a cargo de un gran número de sacerdotes, cuyo jefe supremo era el
Willaca Umo o Sumo Sacerdote. Este personaje era muy respetado y considerado
por la alta envestidura que sobre él recaía, usaba una lujosa vestimenta y
deslumbrantes joyas de oro y piedras preciosas. Los Willac Umo eran personajes
de gran categoría ya que pertenecían a la clase noble. El culto al Sol era
presidido y oficiado únicamente por el
Willac Umo o Sumo Sacerdote, quien además de vivir en el Gran Templo del Sol
(Coricancha), tenía un alojamiento separado en el palacio del Inca reinante.
Después del Willac Umo existía
una complicada jerarquía de sacerdotes, uno de estos era el llamado Willaka, de
menor categoría y que servía de auxiliar al sacerdote principal. También
tenemos a los Vilcas, que eran sacerdotes designados en cada una de las
provincias religiosas en que había sido dividido el Imperio. Dentro del
sacerdocio los rangos más altos siempre correspondían a los sacerdotes
residentes en el Cusco, ya que todos ellos eran parientes de los Incas.
LAS ACLLAS
Eran mujeres de singular belleza,
que recibían una adecuada preparación en el Acllahuasi, ya que estaban al
servicio del Sol y del Inca. Estas bellas mujeres procedían de varios puntos
geográficos del Tahuantinsuyo y sus personas eran sagradas.
TEMPLOS
Sin lugar a dudas el centro del
Universo religioso Inca era el gran templo del Coricancha o Templo del Sol, que
se encuentra en la ciudad del Cusco. Este templo según describe el Inca
Garcilaso de la Vega en una de sus crónicas, era un lugar de oraciones, el cual
tenía sus paredes revestidas de oro. Este gran templo cusqueño sería la mejor
obra arquitectónica de carácter religioso del Tahuantinsuyo de los Incas.
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